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Silvia Cázares


Esencias


(Silvia Cázares)

Instagram: @silviaaesthetic



El objetivo de los siguientes ejercicios es captar la esencia de imágenes y reinterpretarlas haciendo uso de la tinta: en suimi-e y plumilla.


Práctica 2 - Sumi-e

Tinta china sobre papel algodón montado en bastidor (tipo coreano)

50 x 40 cm

Silvia Cázares 2020




Práctica 1 - Plumilla

Tinta china sobre papel algodón montado en bastidor (tipo coreano)

50 x 40 cm

Silvia Cázares 2020



PAISAJES ONÍRICOS: Lo que sé y lo que voy a saber.

-PRIMERA PARTE-



CAPÍTULO 1 - Suculenta comida enlatada  

“Levántense todos, es hora de comer. Creo que encontramos un buen lugar.”


Es tal vez alguna localidad oriental donde despierto sin recordar siquiera haberme dormido. Tenía mucha hambre y mis acompañantes dieron con un restaurante pequeño en donde podríamos comer. Por más que abría mis ojos, mis pupilas resultaban bastante pequeñas como para almacenar toda la vista y hacerla una postal mental. Eran demasiados los detalles, y el color rojo abundaba de una manera desmesurada. Empecé a sentir mariposas en el estómago, tal vez sólo era hambre. ¿Hambre de qué?


Entré al restaurante, cada uno lo hizo por su lado. El ambiente místico que guardaba ese olor a incienso al cruzar la puerta, no sé qué olor era, pero era realmente penetrante. Una música invadió mi cabeza, una rítmica pieza de la que yo reconozco como “oriental japonesa”. Me sentí solitaria por un instante y no pude ver a dónde pudieron haberse ido mis acompañantes. Sin embargo, yo estaba muy hambrienta, por lo que me acerqué al mostrador. Era un refrigerador y dentro de él había comida empaquetada. Se veía riquísima, pero era empaquetada, y eso para mí le quitaba un poco de delicia. ¿Cuántos días tendría ahí? -pensé. - ¿Será prudente que pida algo y primero le dé una mordida para ver si sabe bien? Qué más da, voy a comprar un paquete, me estoy muriendo de hambre. Intenté leer los letreritos en cada contendor, pero no entendía ni un solo símbolo. Solo reconocí los números 9.75, 8.15, pero no entendía lo que era cada comida. Tuve que agudizar mi poca visión y fui reconociendo ciertas cosas: latas atún, verduras congeladas, algo en tempura, caldos, soya, de todo. -Deme ese por favor. - Después de un largo estudio me pude decidir, espero no arrepentirme. La cajera sacó el paquete y de pronto entendí que en un momento estaría listo. Estoy segura de que fue mentalmente como me lo dijo, o su ademán insinuó eso porque en verdad no recuerdo haber escuchado su voz. La chica se fue a la parte trasera del mostrador y yo me quedé ahí esperando. Giré mi cabeza a ver si lograba ver mis acompañantes, pero nada. Es como si se hubieran evaporado. De reojo vi como una de las meseras, la más hermosa del lugar, se acercó a la mesa donde estaba un hombre mayor muy bien vestido. Junto a él una chica hermosa evidentemente mucho más joven que ambos. El sujeto tenía tomada de la mano a la joven mujer cuando la mesera, con su vestido negro y rojo detenidamente decorado, acercó sus pechos al platillo y sin premura se arrojó a los labios añosos del hombre. Fue un beso muy intenso. La mujer joven solo volteo discretamente hacia otro lado sin dejar de tomarle la mano al hombre. Después del beso, el hombre sacó una serie de billetes y se los dio a la mesera. ¿Qué estaba pasando?


Yo seguía esperando mi comida. Fue entonces que entró al restaurante un hombre alto y fornido, su aroma entró en mi cuerpo y removió mis emociones. Volteé hacia él, fue inevitable hacerlo. Juro que nunca lo había visto pero sentí que lo conocía. Él quiso reconocerme también. Se paró junto a mí y en silencio ambos empezamos a acariciarnos con la mente.


- ¿Cómo me encontraste?
-No lo sé… te juro que las cosas marcharon a su paso y me trajeron en charola de plata a tus manos así, sin miedo a perder. – Qué estoy diciendo, qué estoy haciendo.

Volteé a verlo, yo sabía quién era, pero no recuerdo haberme aprendido su nombre, y ni siquiera le podía ver la cara, entonces cómo puedo estar diciendo que lo reconozco. Es su perfume, yo conozco ese perfume amarrado a ese aroma en su piel. Siendo presa de un impulso, me dejé llevar y acepté un beso que él me estaba ofreciendo. Qué pequeño beso nos dimos, pero sentí su saliva incorporarse a mi cuerpo por osmosis, traspasando mi piel y sembrándose en mi sangre. Te juro que te conozco, pero no sé de dónde. Si te veo otra vez, quisiera que este beso dure mucho más. La chica salió con mi comida ahora caliente.


- ¿Cuánto va a ser?
 - La mesera irá a su lugar.

Con una especie de ternura, ofrecí mi más pura mirada hacia el hombre quien también me estaba viendo acompañado con una sonrisa que perfectamente hubiera sido mi hamaca, y por fin después de tanto tiempo de viaje, podría descansar. Siendo sincera, sabía que ya no lo iba a volver a ver, me voy a acordar de tus ojos, me voy a acordar de tu beso. Una mesera se acercó a mi mesa y me entregó el ticket.


- ¿9.75 yenes? - Debo estar en Japón, pensé. - ¿Cuánto vale un yen, señorita? – Espera, ¿cómo se supone que le estaba explicando si no sé hablar japonés? Además, ni siquiera se me movían los labios. - ¿Señorita, cuanto es un yen? ¿Cuánto vale un yen? ¿Cuánto vale, me escucha? ¿En qué otra moneda podría pagarle?, creo que no traigo yenes. ¿Pesos mexicanos? ¿Dólares? - ¿Qué estoy diciendo?, me dije a mi misma.

La chica me veía con sus ojos enormes y su cara blanca y pálida: o no me entendía o no me quería decir. Saqué de mi bolsa unas monedas que ella aceptó sin problema y se fue. ¿Sé lo que estoy haciendo? No sé, solo sé que me muero de hambre.


CAPÍTULO 2 - Free Buffette

“Debimos haber venido aquí desde el principio, ¿sabes? Mira, hay un buffette gratis.”
 

¿Buffete gratis? Justo me lo dijo el acompañante al que más acostumbrada estaba. Me lo dijo cuando yo ya había escogido unas setas bien empacadas que me costaron 7.96 yenes y él muy orondamente masticaba su pizza viéndome con mi plato ya servido. Por cierto, aún no sé qué tanto pagué ¿mucho? ¿poco? ¿qué es un yen aquí? No me arrepiento, la comida se veía recién cocinada, no como en aquel restaurante. Aquí el lugar era como una bodega enorme con tragaluces que hacían un espacio privado e iluminado. En los lugares de comida había tempuras, pollo crocante, pasta, rollos, hongos, carne, latas, pescado, refrescos… y los precios no variaban mucho del otro lugar. ¿Qué estoy comiendo? ¿Soy paranoica?

Con mi charola en mano alcé la mirada y en efecto, había un gran cartel: “FREE BUFFETTE”. Un cartel tan simple colgando con un par de hilos o mecates blancos de los tubos que sostenían los stands de comida gratis. Me acerqué a ver el menú y sí, era gratis. Pizza, pollo, sándwiches… comida básica. ¡Pero era gratis! No iba a regresar el platillo que tanto me había costado elegir, será para la próxima. Uno de los cocineros llamó mi atención, era muy joven (y guapo, muy guapo) sus ojos encasillados con ojeras encajaban muy bien en su pálida y blanca cara. Portaban piercings, porque cuando me percaté ya eran dos, ambos eran como modelos. Sus uniformes entallados lejos de parecer algo falso solamente parecía algo muy bien organizado. El buffette gratis me lo di viéndolos preparar toda la comida, un buffette visual, un buffette estético.


CAPÍTULO 3 - La casa de mamá

“Bueno, es momento de descansar. Mañana vendremos por ti temprano. ¿Será que tu madre nos dé chance de dejar aquí estacionada la combi? Pueden usarla si quieren.”

  


Llegué a “casa de mi madre” o al menos a un lugar que ella tenía en esa zona porque, no recuerdo que mi madre viviera en un campo con harto espacio para guardar la cantidad de animales que había ¿Es acaso el futuro? Reconocí un perro, era blanquito, un schnauzer, algo tierroso pero sano. Había otros animales que no sé qué especie eran, pero estaban ahí comiendo pasto, un seco pasto debajo de un techo de lámina. A lo lejos vi una casita de madera blanca ya un poco deteriorada, pero emanaba muy buena pinta. Una voz entró a mi cabeza, era el tono de mi madre:

-Hay que darle de comer al perro. El alimento está ahí, bajo el techo, es un costal de yute. - Claramente recibí esa instrucción, pero nadie estaba ahí para haberme dicho eso. Volteé y en efecto, un costal de yute, blanco también y sucio, estaba ahí guardando unas bolitas que parecían croquetas mezcladas con un polvo color arena pero de textura muy triturada, suavecita. La voz entró nuevamente a mi cabeza: - El polvo es alimento, no se lo vayas a quitar. Es un grano que aporta muchos nutrientes, sírvele en el platito rojo de ahí. - Y sí, había un platito rojo a lado del costal. El schnauzer me miró de una manera tan preciosa que no resistí el placer de poderle servir y que él pudiera comer. Qué curiosidad me invade, antes de servir el plato me eché un puño de eso a la boca. Inmediatamente escupí el polvo, casi me asfixio, ¿cómo pueden comer esto? ¡Es como comer harina, fécula de maíz! ¡Me ahogo! Pero el schnauzer supo arreglárselas, tal vez la costumbre, poco a poco fue engullendo cada polvo y cada coqueta de su plato rojo. Un segundo después el otro animal también se acercó, tuve que servirle en el piso para que él también comiera.

-Quiero entrar a tu casa, madre. – Dije en voz alta, gritando para que me escuchara desde donde estuviera. Pero no recibí respuesta. Acomodé las cosas, dejé al schnauzer y al otro animal comiendo y me dirigí nuevamente hacia la casita de madera. Iba a unos metros sobre el zacate soleado cuando un relinchido llamó mi atención. Empecé a escuchar galopes cerca y más cerca, cuando volteé un caballo blanco venía hacia mí, me petrifiqué y no alcancé a correr, me quedé y cerré los ojos cayendo al piso para que me arrollara. Esperé y sentí un respirar agitado frente a mí. Poco a poco fui abriendo los ojos dejando la luz del sol entrar muy despacito en mis pupilas, lo primero que apareció fue el halo que tenia el caballo pues justo estaba parado frente a mi tapando el sol con su hermosa melena blanca. Hizo ruidos con su boca y su nariz, movía las patitas de arriba hacia abajo, ¿qué quería? Solo me le quedé viendo y después de un rato, se dio la media vuelta y se fue corriendo. Me levanté y me sacudí, ¡qué experiencia! ¿mi madre ya tenía caballos? ¿a dónde va a parar?



- ¿Puedo ya entrar a tu casa? ¿qué me vas a mandar ahora, un mamut?


No recibí respuesta. El schnauzer empezó a ladrar y la combi estaba encendida.

- ¿Mamá?


CAPÍTULO 4 - Autocinema

“Ven, vamos, te quiero llevar a un lugar alucinante. Escuché a tus compañeros decir que podíamos usar la combi.”

 

Me sorprendes madre, es verdad que no logro verte aún y que ahora me salgas con que me vas a llevar a ¿un lugar alucinante? Yo soy la de los lugares. ¿Eres mi madre? Qué más da, la combi está encendida y puedo usarla, ellos me dijeron.


Vi la combi y se veía tan vieja, ¿qué acaso este lugar avejenta las cosas? No quiero verme las manos, no soportaría verme grietas. Los baños de la combi estaban sucios, parecía como si hubiera pasado mucho tiempo desde que mis acompañantes la dejaron en ese lugar. ¿Qué les voy a decir? ¿Qué me preocupo? Tal vez ni regrese, me estoy yendo con alguien que creo es mi madre, pero ni siquiera le he visto la cara. ¿Qué estoy haciendo? ¿Madre, qué es un yen?


Arrancamos y fuimos, tal vez me dormí porque ni siquiera disfruté el viaje; abrí los ojos y estaba sola en la combi, la voz me volvió a hablar:

-Bájate, es un lugar muy cerca, pero te va a gustar.
-¿Un lugar cerca? ¿pero qué dices? Se siente un clima muy caluroso, dónde estamos ¿cómo va a ser un lugar cerca?
-Dónde más, cerca de aquí, la sabana africana, el autocinema más legendario del lugar.
- ¿Qué? ¿África? ¿Estamos cerca? ¿Autocinema?
-Si, muy cerca, pero estabas cansada y dormiste, no pudiste ver el camino, es una lástima.
-De regreso.
- ¿Regresar? De qué hablas, cruzando esa malla romboidal ya no vamos a poder regresar.
- ¿De qué estás hablando tú, mamá? ¿Por qué no puedo verte, dónde estás?

¿Por qué razón ella me había llevado ahí? ¿Por qué yo me quisiera ir y ya no regresar? ¿Quiénes eran en realidad mis acompañantes? ¿Y aquel hombre que besé en el restaurante? ¿Por qué no entendía la lógica de estos acontecimientos? Sigo sin saber qué es un yen ni cuánto vale. ¿Dónde estoy?, todo el tiempo pensé que estaba en algún lugar oriental, tal vez Japón. Pero viene ella y me dice que a corta distancia ya llegamos a la sabana africana. ¿Corta distancia? ¿Es el tiempo y la distancia aquí a lo que yo hasta ahora conozco? Me siento desprendida de todo. Desmembrada de lo que sé y lo que voy a saber. Como Pangea me siento agrietada, no de las manos, sino de la mente. ¿Quién entonces soy yo, por qué no puedo ver que me respondan? Parece que no me escuchan y la única persona que en verdad conozco y con la que me he comunicado es ella, una voz que, si no es mi madre, se parece mucho. ¿En qué momento de aparentemente estar en Japón acabé en África solo yendo en combi? Si me comunico no veo, y si veo no me comunico. Y no es que esté muda, creo que solo no sé hablar todavía, y al parecer tampoco escuchar. ¿Tengo orejas, boca? No me he visto en un espejo. Me quedé contemplando el autocinema a través de esa malla romboidal de metal, se veía desértico. Tenía la necesidad de irme hacia allá aun sabiendo que no iba a poder regresar.






PRESENTACIÓN

El presente trabajo es el piloto de una serie de relatos acompañados de ilustraciones que ayuden al lector a sumergirse en la atmósfera descrita en cada historia. El objetivo es encontrar el camino hacia la producción de historias ilustradas. Si bien siempre ha sido de mi interés la escritura, en este trabajo opté por seguir consejo de autores como Estrella Ramón para poder entender la creación de una historia (y transmitirla). En cuestión a la ilustración, las lecciones de Teresa Martínez fueron detonantes. Descubrir el dibujo como una herramienta de mensaje, entender que un garabato o una mancha pueden llegar a ser complejas hasta el punto de convertirse en mensajero por sí solos. Encontrar la metáfora en la línea, una cultura del garabato. Concebir en el vacío un complemento más que una soledad. Y finalmente, hilar escrito y dibujo.

Citando a Peter Jenny en su libro Dibujo Anatómico, “los gestos siempre ilustran algo y, como cualquier cosa plasmada en un papel, también son dibujos. La expresión del dibujo empieza por el propio cuerpo. Por tanto, en el gesto figurativo están estrechamente relacionados y se complementan.”

El concepto que adopté en este proyecto fue el de construir un anecdotario visual, esto es, plasmar momentos que hayan pasado y cómo mis ojos lo traducen en dibujos. Los momentos que “pasaron” fueron los de ese sueño que tuve. Trabajé en dejar una huella muy personal y contar con los dibujos eso que sentí. A pesar de que usé referencias fotográficas, me desprendí mucho de la rigidez de copiar fielmente y dejé que mi mente guiara el trazo. Me resultó bastante difícil ya que para mí es algo nuevo. Desconocí mis manos por un momento. Estuve inconforme. Pero me dejé fluir, empecé a pensar en lo sucedido: mi sueño.

Como referencias visuales, conté con la inspiración del cuadernillo de bocetos de Victor Lundy durante la segunda guerra mundial. Fue aquí donde me llegó esa idea de anecdotario visual, me impresiona como el trazo de Lundy hace que pueda sentir que estoy viendo la escena justo frente a mí. Activa la imaginación en mi mente, me cuenta sin necesidad de hablarme el autor. Los dibujos hablan solos, y eso es lo que yo busco. Que el dibujo se defienda y se complemente con el texto.


También conté con la inspiración de Sir John Tenniel (imagen de la izquierda) y Henry Justice Ford (imagen de la derecha), ellos fueron base para el trazo, me gusta el modo “enmarañado” de Tenniel y el grado de detalle de Justice. Naturalmente no son las únicas fuentes, sin embargo, son las que encontré más puntuales en este momento.

                     


EXPERIMENTACIÓN

Para la experimentación, usé papel Kraft, Mantequilla, Canson, Fabriano, China y el papel algodón de mi cuaderno de bocetos. 

Al final se decidió el papel Canson y el cuaderno de bocetos. En cuestión a tintas, la tinta negra fue Azor y la roja Dr. Ph. Martin’s Scarlett. (después de muchas pruebas de tintas)


LA BÚSQUEDA DEL ROJO

El color rojo era el único que quería usar en mis composiciones, lo encuentro muy simbólico y además, es mi color favorito. Después de una ardua búsqueda, se decidió el Scarlett de Dr. Ph. Martin’s.





















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